Aparecen las calderas de gas
La evolución hacia las calderas de gas supuso un cambio radical, tanto para las ciudades como para el entorno rural. Esa nueva manera de calentar el agua, en las llamadas calderas atmosféricas, se basaba en una serie de quemadores alimentados por gas que calentaban un serpentín por donde circulaba el agua hasta llevarla a los 90ºC.
Así, las bombonas de butano vivieron su máximo esplendor en los años sesenta y setenta, dando servicio a una población que no dejaba de crecer.
Pero el calificativo de atmosféricas llevaba incluido el inconveniente de que el lugar de la combustión estaba en contacto con el aire. Esto hacía que el monóxido de carbono pasara al lugar donde estaba instalada. Otro aspecto negativo de esas calderas era su baja efectividad energética, que rondaba el 75% respecto a las que conocemos hoy en día.
Para solucionar estas deficiencias aparecieron las calderas estancas, llamadas así porque la zona de combustión está aislada del exterior y mejora su rendimiento en torno a un 10% respecto a las atmosféricas. La particularidad de este tipo de calderas está en que necesita una entrada de aire y una salida de los gases, mediante dos tubos que hacen de chimenea.
Calderas más eficientes y ecológicas
Las calderas de gas vivieron una innovación mayor con la aparición de las calderas de condensación. En este caso se ha añadido un segundo serpentín donde se precalienta el agua con los gases que proceden de la combustión. El vapor llega a este segundo serpentín a 150ºC y se condensa, llevando al agua hasta los 70ºC. Con este precalentamiento se necesita menos combustible para terminar de calentar el agua. El agua, que resulta de la condensación, debe evacuarse por un desagüe.
Las calderas de condensación sirven para distribuir el calor a través de radiadores o mediante suelo radiante. Su único inconveniente es que su instalación resulta más costosa que las anteriores pero a larga sí reduce la factura de gas, debido a ser más eficientes que otros modelos anteriores.
Por su eficiencia energética, superior al 100% y su menor impacto ecológico, desde la aprobación de una Directiva comunitaria en septiembre del año 2015, las calderas de condensación son las únicas que se pueden fabricar y, en la actualidad, ya no se instalan las calderas atmosféricas ni las estancas.
Hay otros tipos de calderas que también se han quedado por el camino. Las calderas de tiro forzado (como las atmosféricas pero con un ventilador) o las calderas bajo Nox (similares a las estancas pero menos contaminantes y algo más eficientes) tampoco se fabrican ya.
Por otra parte, en las viviendas unifamiliares también es común la utilización de calderas de gasóleo y en las grandes ciudades el gas natural ha sustituido en buena medida al butano. La electricidad también es un recurso básico en la generación de calor doméstico, pero a veces la propia economía familiar lleva a muchas de éstas a elegir otras fuentes de energía más económicas para calentar sus viviendas o el agua sanitaria, a pesar de que los precios cada vez están más equiparados.
El futuro parece llevar a las calderas hacia nuevas modalidades más ecológicas. La Directiva europea, que establece requisitos de diseño ecológico a los
productos relacionados con la generación de energía (Directiva Ecodesign 2009/125/EC), afecta a las calderas, bombas de calor, electrodomésticos, etc.
Esta normativa se enmarca en los esfuerzos de la Unión Europea por reducir las emisiones de gases en un 20% y aumentar la presencia de las energías renovables en otro 20% para el año 2020. En esa fecha se espera contar ya con un mercado renovado gracias a una oferta más competitiva de calderas de biomasa o bombas de calor geotérmico y aerotérmico, entre otras modalidades.
La modernización de las instalaciones domésticas ya se ha puesto en marcha y en varias comunidades autónomas se cuenta con planes Renove, para cambiar las viejas calderas por los modelos más avanzados. El objetivo final es seguir ganando en eficiencia energética, logrando que las familias tengan un calor más económico y que al mismo tiempo sea más compatible con el entorno.
Desde las antiguas calderas de vapor hasta las nuevas formas de generar calor, las calderas han acompañado la vida de millones de familias en todo el mundo, haciendo de su casa un hogar más habitable. El reto ahora parece estar en mantener habitable el hogar de todos.